La barra del bar El Tostadero tiene forma de “U”. Vaya por delante que no es el nombre más adecuado para un bar que rivaliza con Casa Mundo en el Top del los Tops de los mejores bocadillos de la ciudad de Valencia.
No hay mucho más que hacer allí, más allá de comerse un bocadillo de sepia rebozada o un pepito. Sin concesiones. Es un lugar de paso en medio de una Avenida del Oeste eternamente venida a menos.
Barra concisa y taburetes. Ritmo frenético entre la media docena de camareros que no para de cantar y servir los pedidos sin salir de esa U. Servilletas de papel en el suelo. Parroquianos, vecinos, turistas. Sin mesas, sillas, ni charla tranquila. Por no haber no hay ni cocina. La propia barra en U del Tostadero esconde el sistema de extracción de humos y las freidoras. Chúpate esa Edmundo Suarez Trabanco «Mundo».
La barra en U de el tostadero no parece el lugar más indicado para charrar sobre la profesión de la ilustración y el diseño, ponerse al día, comentar y dar soluciones tipográficas a la hora de editar una entrevista, si la sangría de párrafo debe o no tener más de 2,5mm, si la tipo del colega Pablo Bosch pide una display (o no), comentar un número de Project impreso en tinta blanca… Pero es lo que hay. Y es un lugar de encuentro frecuente de Luis Demano y un servidor.
Es donde solemos despachar sobre nuestras desdichas profesionales y nos hacemos medio de sepia rebozada con ajoaceite —al menos yo— a la salud del kerning optimizado de Indesign y de la calva lustrosa e ilustrada de Erik Spiekermann. Sin concesiones.
Al señor Demano primero lo admiraba ya antes de conocerlo. Antes incluso de que me llevara por primera vez al Tostadero.
Un tipo con cierto misterio, al que no le daba la gana salir en las fotos. Un Keyser Söze de la ilustración patria que iba mucho por el Tulsa, que estaba metido en la organización del sarao que nos salvó de morir de asco en los tiempos oscuros, el Tenderete, y que me sorprendía con su ilustración elegante, con un toque juguetón a lo Jim Flora…. Los carteles que hizo para el festival La Cabina, el Bona Nit de Barcelona, sus autoediciones, sus trabajos de ilustración en El Mundo, diario.es, La Marea… Luego va y te sorprendía con su ilustración provocadora, de trazo grueso y directo destinada a las redes, sus envíos altruistas de felicitaciones de Navidad. Lo de Luis y la sorpresa.
La suerte que tengo es que puedo acercarme, gracias a mi trabajo como diseñador editorial, a la gente que admiro. Así un encargo y una colaboración estrecha durante unos meses fue una. excusa como otra cualquiera para “destapar” al Demano más allá de sus dibujos. Compromiso con las ideas (fiereza incluso), una avidez por avanzar y aprender de la que deberían tomar nota muchos profesionales del sector. Y sobre todo generosidad. Pero no el acto constreñido y ampuloso destinado a la galería, si no aquella que echo en falta. Me quedo más con ese gesto doméstico que no es necesario que se convierta en un snachat o un tweet.
Por eso, y aunque no os enteraréis, servidor será el primero en saber que es lo que cuece en la cabeza del gran Luis Demano. En la barra en U del bar El tostadero.