Aunque la cosa es como para arrancarse la camisa cual gitano en la boda de su hija no voy a escribir del dichoso estado de «catarsis ideológica» en que nos hemos quedado algunos (otros prefieren aplazarla) desde la noche del domingo. Lo cierto es que el arranquismo que motiva este post es un fenómeno muy de postcampaña electoral, al menos de las de hace unos años. Ya no es posible ver a nuestros futuros gobernantes cubo de cola y brocha en mano, y lo que se lleva ahora es la pegada de carteles virtual. Es bastante menos fotogénico y cercano al populacho, pero mucho más ecológico.
Según el autor del proyecto, Claudio Pousada aka Santotipo (una más de las envidiables iniciativas tipográficas latinas), el arranquismo sería el resultado gráfico de arrancar las comunicaciones impresas de la vía pública. Un fenómeno que «genera de manera espontánea un sinnúmero de nuevas situaciones de comunicación. Este fenómeno social está asumido como «parte del paisaje» en nuestra visión de lo urbano, pasando totalmente desapercibido en la cotidianidad».
El proyecto de Santipo tipo trata de recoger esta estética, que eleva directamente estas comunicaciones espontáneas a la categoría de obra artística. Así, «los arrancadores serían artistas. Los transeúntes, críticos de arte».
La iniciativa tiene sus normas, puesto que la máxima es no tocar las piezas y, sobretodo «Nunca producir un Arranquismo. Sólo caminar, percibir y rescatar». Es el gesto casual y anónimo lo que da valor a la imagen. El rescate de lo cotidiano, de lo que «no se mira», de lo que es considerado casi «basura urbana». Y yendo más allá, cualquier peatón que observa se convierte en cómplice.
Un ejercicio de esos que tanto le gusta al TipoGorria, la observación de las cosas que encontramos más allá de lo obvio. De eso ha dejado unas cuentas muestras en su galería de flickr (esto sería una cesión de autobombing).
Leo en un viejo post de Isopixel sobre el arranquismo que ya en los años 60 Ernst Haas, pionero de la fotografía en color, hizo algo similar realizando composiciones abstractas en arranques y demás objetos cotidianos urbanos como latas aplastadas, telas pisadas, manchas de aceite…
Lo cierto es que este acto, inconsciente o no, parece irremediablemente ligado a una estética que dice mucho de rebeldía y descontento. Asuntos que a día de hoy, como los viejos carteles electorales, parecen olvidados entre tanta «uve» de victoria y conformismo desganado.